Mireya Guerra: "Periodista a los 54"

Se trata del testimonio de Mireya Guerra, una de las recientes tituladas de la carrera de Periodismo Vespertino.

Siempre me llamó la atención el periodismo. Cuando estaba en el colegio me atraía la oportunidad que tenían los periodistas - por lo que veía en televisión - de viajar a distintos lugares del mundo y conocer un amplio espectro de personajes de connotación internacional como científicos, artistas y presidentes de países desarrollados, o los habitantes de pueblos y culturas ancestrales que aún perduraban en lugares remotos. Ser testigo en primera persona de los sucesos que iban marcando la historia del mundo y poder transmitir todo ese conocimiento al resto de las personas, era algo que me fascinaba.

Cuando terminé el colegio y me tocó decidir qué carrera iba a estudiar, por esas cosas de la vida que uno a veces no puede explicar, elegí traducción inglés-español. Es que también me encantaba el inglés, pensaba que me abriría las puertas al exterior que tanto me llamaba la atención. Cuando egresé de la universidad y ya con una hija, el trabajo de traductora tardaba en llegar, por lo que decidí estudiar secretariado y desde ese entonces no he dejado nunca de trabajar. Los primeros años me desempeñé como asistente ejecutiva bilingüe, pero con el tiempo empecé a destacarme por mi habilidad con el lenguaje y se me abrió la posibilidad de desarrollarme en otras áreas.

Después me casé y formé una familia con hijos “tuyos, míos y nuestros”, por lo que seguí trabajando, pero siempre manteniendo un equilibrio entre el trabajo y la familia. A medida que pasaban los años y los niños crecían, volví a sentir el deseo de cumplir mi sueño de la adolescencia. Me seguía gustando el periodismo, pero esta vez quería aprender a escribir historias. Era un sentimiento muy íntimo, un deseo que no le había contado a nadie. Entonces empecé a cultivar la idea de que algún día lo haría. Cuando mi hija mayor salga de cuarto medio, voy a estudiar periodismo, pensaba. Pero la familia creció y llegó la última hija que tiene quince años de diferencia con la primera. Debía empezar a criar de nuevo, así que postergué la idea.

Cuando mi hija menor entró a la universidad y yo ya estaba en los 50, me volvieron las ganas de estudiar y pensé que nunca es tarde para cumplir un sueño. Así fue como postulé al programa especial de prosecución de estudios de la Universidad de Santiago de Chile y comencé a estudiar periodismo a los 52 años. Aunque no fue fácil, fueron dos años y medio llenos de alegrías, satisfacciones, esfuerzo y resiliencia. El primer año fue el mejor. Volver a la universidad, conocer a personas totalmente distintas a las de mi burbuja, la mayoría más jóvenes que yo, y profesores muy profesionales, me devolvieron la vitalidad y ganas de aprendiendo tantas cosas nuevas como cuando era adolescente.

El segundo año iba bien hasta el primer semestre, pero todo cambió a partir del “estallido social” en octubre del año pasado. Se acabaron las clases presenciales, no volví a ver a mis compañeros y hasta mi trabajo se vio afectado por las consecuencias del estado de emergencia en Chile, con graves daños a la economía del país. Mi universidad no estuvo exenta de participar en las demandas sociales, por lo que los estudiantes decidieron paralizar las actividades. Con todo, logramos terminar el segundo semestre ya iniciado el año 2020.

Ese mismo mes de enero, como un anticipo de la pandemia que vendría, mi mamá llegaba al final de sus días y partió sin mayor preámbulo. Ahora pienso que fuimos afortunados, porque pudimos
despedirla con todos los honores que ella merecía y que muchas personas no han podido hacer por sus seres queridos después. Solo quedaba la última parte de la carrera. Entre cuarentenas y el contrato laboral suspendido, con mi compañero de tesis, un psicólogo que podría ser mi hijo, logramos terminar el proyecto y presentarlo dentro de los nuevos plazos establecidos.

El lunes 20 de julio fue la defensa oral de la tesis por Zoom y aprobamos el examen. Aunque la experiencia fue muy distinta a la de mi primera titulación y a la que imaginé cuando inicié esta aventura dos años atrás, destaco la formalidad y solemnidad que los profesores lograron transmitir a través de la pantalla. Me siento muy satisfecha por este logro y agradecida de mi familia, que me apoyó en todo momento y creyó en mí. Es un sueño hecho realidad y hoy, a mis 54 años, puedo decir que soy periodista.

Autora: Mireya Guerra